


Muchas máquinas y objetos del mundo contemporáneo están programados y forman parte de nuestro entorno. Aprender a programar es entender cómo funcionan estos objetos en el día a día y, por tanto, decodificar el mundo que nos rodea. Esto es aún más importante dado que los jóvenes están ahora inmersos en un mundo donde la tecnología ocupa un lugar de honor. Por tanto, es también la oportunidad de reflexionar sobre los usos y de estos objetos y de descifrar la lógica del ordenador para evitar cualquier sacralización.
Construir y programar un robot ayuda a desarrollar la creatividad, el pensamiento lógico y el pensamiento original. Porque, en cuanto a programación, no hay una solución para lograr sus fines, sino varias que el alumno puede disfrutar explorando. También está desarrollando habilidades matemáticas.
Desde un punto de vista pedagógico, es aprender por error, un principio querido por John Dewey (pedagogo estadounidense). Al igual que con Montessori, el material se autocorrige: el robot no espera el consentimiento del profesor para funcionar bien o mal, por lo que el alumno se ve obligado a ver por sí mismo que su programa está mal. Así aprenderá a identificar el error responsable de la disfunción y a remediarlo imaginando una solución satisfactoria. Los niños desarrollan habilidades de resolución de problemas que pueden reinvertir y transferir a otras situaciones educativas o cotidianas.
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